Se pone en la piel del dictador más despiadado y sanguinario de todos los tiempos convirtiéndose en el Calígula de una de las grandes piezas dramáticas de Albert Camus, a las órdenes de Mario Gas.
“Este mundo, tal y como está hecho, no es soportable”. Así describe el que fuera tercer emperador romano el inmenso dolor que siente tras la muerte de su hermana y amante Drusila. Y ese sufrimiento “le hace consciente del absurdo de la vida, de que nada dura, de que vivimos una mentira y los hombres se mueren y no son felices”. Por eso –relata Derqui–, decide “abrir los ojos a los demás ante esa realidad” de la peor manera posible: convirtiéndose en “puro mal”.
“A partir de hoy, y para siempre, mi libertad no tiene límites”, dice un Calígula que cree que comportándose como un tirano podrá ser tan indiferente al sufrimiento humano como los dioses, y que tensando la realidad al máximo podrá cambiarla, dándole “una oportunidad a lo imposible”.
Así, decide robar, matar, destruir cuanto le rodea y hasta pide la luna. Y lo hace “desde la lucidez, el nihilismo y el afán por ir por el lado equivocado”, explica Gas, que en su versión ha querido desvincular a su protagonista del enfermo patológico y loco que se ha mostrado históricamente.
En su opinión, esto supondría “eximirle de la maldad con la que opera”, y el director cree que la locura destructora de Calígula “cobra vida como expresión del helor que produce existir sabiéndose finito e infeliz”, convirtiéndolo en “un monstruo que la sociedad debe eliminar para poder sobrevivir”.
realidad turbadora
Un monstruo que en un momento de la función se traviste de Venus para que todos lo adoren, y que en este montaje Gas ha decidido representar con una performanece en la que un Derqui vestido a lo David Bowie, con mayas brillantes, plataformas, peluca pelirroja y rayo pintado en la cara, baila al ritmo de Let’s dance junto a La Máscara y el Jóker.
Todo para acercarlo a nuestra realidad pues, en su opinión, lo más inquietante de Calígula es que “aporta todos los temores de la colectividad hacia un tirano. Es un texto existencial y políticamente incorrecto, que sigue arrastrando sus preguntas hasta ahora mismo, que sigue hablándonos de la sinrazón, de la culpabilidad, de la utilización arbitraria del poder… ”
Es una especie de “ensayo sobre la conciencia” –según Derqui–, que “turba” porque “entiendes a este asesino atroz, impacable, y arbitrario en el uso de su poder”, que nos enfrenta a algunas de las “dolencias que aún padece nuestra sociedad”, como “la mediocridad en la política, la falsa moral, el mercantilismo del arte, o la importancia de la hacienda pública por encima incluso de la vida humana”.
El Calígula deAlbert Camusse puso por primera vez en escena en España en 1963, en el marco del Festival de Teatro Clásico de Mérida, con José Tamayo en la dirección y José María Rodero como protagonista. Imanol Arias, Luis Merlo oJavier Collado son otros de los actores españoles que han dado vida al déspota emperador romano en algún momento de su carrera, y Rodero volvió a interpretarlo en la televisión, dirigido por Jaime Azpilicueta.
El montaje se estrenó en la 63 edición del Festival de Mérida y formó parte de la programación del Grec 2017. Desde entonces, se ha programado en el Teatre Romea de Barcelona, donde permaneció de noviembre a diciembre del año pasado, y ha realizado gira por todo el territorio nacional. Una gira que clausura con su estancia en Madrid tras cosechar el aplauso de crítica y público.
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