Un vagabundo que parece escuchar voces, un hombre perseguido por un presunto admirador, un supuesto barrendero, un ladrón de medio pelo, una corredora habitual, o un individuo de aspecto sospechoso con gabardina y maleta, son algunos de los seres que componen la fauna del oasis urbano que Sergio Peris-Mencheta ha construido en una de las Naves del Español, para poner en pie el texto de Jaime Pujol titulado Continuidad de los parques.
Cuestión de actitud
Se trata de ocho piezas que “diseccionan, a través del humor y el suspense, el dilema entre las ‘diferentes verdades’; y es el espectador el que tiene que elegir su propia aventura”, dice Peris-Mencheta.
Y es que ésta “es una obra que habla principalmente del encuentro entre los seres humanos; una parábola sobre la actitud con la que nos asomamos a los demás, sobre cómo nos atrincheramos en nuestra identidad y miramos con recelo a los otros”, añade el director.
Las escenas están presididas por un banco, testigo mudo de los distintos encuentros, “que da más de una sorpresa”, advierte Peris-Mencheta, y en el que se pueden leer los vocablos ingleses “Me” y “You”.
Junto a él, una ‘simbólica’ farola, también con tres letreros en inglés: “One way”, “Your way” y “My way”; que apuntan a direcciones muy distintas. “Es esta cosa de ‘la verdad’, ‘tu verdad’ y ‘mi verdad’”, explica el director.
Césped artificial en el suelo, que el público pisa desde que entra en la sala, un ‘toque’ de olor a hierba, cuatro setos que van dibujando el jardín, y un enorme ciclorama donde se proyecta la imagen real del madrileño Parque de Atenas en las distintas épocas del año y a diferentes horas del día, sirven a los creadores para “ayudar a que el espectador entre en la ficción”.
Un juego
Una ficción que ha sido “un juego” para actores y director desde el inicio mismo del proceso creativo, como explica Gorka Otxoa.
Lecciones con el clown Néstor Muzo, talleres de cerámica y magia, han supuesto “un viaje enriquecedor y divertido” para todo el equipo, que les ha llevado a encontrarse y componer los 3 ó 4 personajes principales que cada uno de los actores interpreta sobre el escenario.
Peris-Mencheta nos relata que hizo “una tabla de reparto de los personajes protagonistas, para que cada actor tuviera los mismos, todos jugaran con todos, e hicieran papeles que estuvieran más cerca de ellos, y otros que estuvieran más alejados de su personalidad”.
“Sergio nos ha obligado a salir de nuestra zona de confort, a no acomodarnos sobre el escenario y nos ha llevado al límite. Es uno de los lujos de esta función”, asegura Otxoa.
Otro de esos ‘lujos’ de los que podrá disfrutar el espectador es de la música en directo, interpretada a capela por la actriz Marta Solaz, cuya voz se multiplica gracias a un looper, un “aparatito” que permite grabar y superponer sus canciones, y hacernos escuchar incluso un coro con orquesta.
La presencia de Solaz pone el ‘toque’ femenino a esta función tan masculina. Pero no sólo con sus canciones. Ella hace las veces de narradora de las distintas historias, tiene su momento en la función, y es la encargada de recibir a cada “visitante” de este parque y presentarle a su vecino de butaca.
Es la “fórmula Mencheta”; ésa que pretende “sorprender” y “entretener”, para que así “el mensaje llegue mejor”. Una fórmula que, a juicio de sus actores, funciona.
Según Luis Zahera, ha dado como resultado “una obra que es puro entretenimiento; juguetona y lúdica, en la que los personajes juegan entre ellos y con el público”. Para Roberto Álvarez la función es “muy divertida” y Fele Martínez la define como “mágica”.
Una asignatura pendiente
La obra de Jaime Pujol era “una asignatura pendiente” para Peris-Mencheta. En 1998 la montó de forma improvisada con unos amigos en la Sala Triángulo, pero la cosa no fue a más, y la guardó en un cajón “hasta que llegase una mejor oportunidad”. Oportunidad que le brindó elTeatro Español, con quien coproduce la función.
Para Peris-Mencheta, un parque es “un trozo verde en medio del cemento, del ruido, y de la ‘multitudinaria’ soledad de las ciudades”; un lugar donde “se apaciguan los ruidos exteriores e interiores, se modifican los olores, el ritmo, el latido; donde cambian las reglas del juego y uno se encuentra consigo mismo, y puede que con el otro”. Eso es precisamente lo que él pretende con su propuesta: que el público se encuentre a sí mismo y al ‘vecino’, como lo han hecho los actores del montaje, quienes aseguran que ya miran los parques con otros ojos, y se fijan en la gente que deambula por ellos.
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